lunes, 18 de febrero de 2013

Ríos y ríos de alegría

Por la costa sur entramos al popular estado de Rio de Janeiro, con ilusiones renovadas, como siempre que cambiamos de destino. Después de 200 kms de ruta costera, con una postal atrás de otra, llegamos a Paraty, coqueta ciudad colonial ordenada para el turismo que la visita a menudo. Paraty fue uno de los principales puertos por donde los portugueses se llevaban el oro y demás metales que saqueaban de la región. Como muchos se instalaron ahí, se puede notar la jerarquía de la ciudad, abundada de suntuosas iglesias y sofisticadas casas y locales.



Llegamos para empezar a investigar donde se podía pasar la noche. Detectamos algún que otro camping, pero estábamos aseados y descansados, asi que nos decidimos pasar la noche en la calle, ahí, en donde está la magia. La playa que más nos convencía era Jabaquara, del otro lado del morro y afuera del centro histórico. Era la tardecita y estacionamos frente al bar "Caminito", que claramente era argento, para relajar con una cerveza y agarrar WI-FI. Apareció el dueño, Rubén, porteño (bostero tenía que ser) y de gran corazón. En un rápido ida y vuelta habíamos ganado su confianza y el la nuestra. Tanto que del otro lado de la calle tenía una casa que alquilaba a turistas para temporada y fines de semana, pero a nosotros nos abrió el portón y nos dejó estacionar la viajera adentro, para más seguridad, y usar el quincho a voluntad. Generamos una linda relación con Rubén, quién nos terminó ofreciendo dormir en uno de los cuartos, usar el baño, y demás facilidades que para nosotros empiezan a ser lujos poco comunes. Otro punto alto de nuestro paso por Paraty fue llegar a Praia do Sono, una aislada playa 30 kms al sur de la ciudad, habitada por nativos del lugar (Caiçaras) a la que solo se llega por mar o despúes de caminar dos horas atravesando dos morros. Fueron al final 3 noches de despertar seguros y cómodos en la casa de Rubén frente al mar. Gracias Rubén por ser parte de nuestra aventura!






Seguimos viaje para el Norte, claro, hasta Angra dos Reis, en donde dejaríamos nuestra viajera para embarcarnos hacia Ilha Grande. Estacionamos en tierra firme y nos dolió dejarla, esta vez por el lado del bolsillo. Nos ibamos a la isla solo por dos días, pero el estacionamiento nos costaba caro. Fue aprovisionarse, sacarle el polvo a nuestra carpa, embarcarse y llegar a Vila do Abrao, en Ilha Grande, para acampar y pasar dos días. Acá si que estábamos lejos del bullicio. No hay autos ni ruido de motores en Ilha Grande, y se nota. Caminando se llega a las cascadas y a más playas, y hablando se conoce a la gente. En este caso, al primer portugués trotamundos que hemos conocido, y posiblemente el único. ¿O acaso conocen muchos portugueses viajeros? Pedro, el portugués maluco, es un personaje interesante. Historia va historia viene, resultó ser que conocía a los Cogumelo, aquella familia que conocimos en el Mato Grosso do Sul y que viven su vida arriba de sus bicicletas. Nuevamente nos hacía preguntarnos ¿cuales son las chances de que esto esté pasando? Esto no es Córdoba, ni Mendoza, ni Misiones. Estas son personas que se cruzan en una isla en Brasil, y que tienen una historia en común. Es mucho. Él los conocía de Jericoacoara, y todos concordamos en que son una familia muy especial. Pedro siguió su rumbo y nosotros el nuestro. De vuelta a nuestro mini rodante a conquistar la capital del estado y de la cultura brasilera, Rio.






200 kms de calor, mucho calor. Y llegamos a la añorada Río de Janeiro, pero sobretodo llegamos a un lugar con mucho amor, paz y amistad. Un destello de luz se ponía en nuestro camino: Paloma y Denise. Ellas nos recibieron en una tarde de 42° grados, muertos de cansancio y de calor. Pasamos una semana con las mejores comidas caseras hechas por Denise, quién nos abundó de amor. Salíamos por ahí con Paloma o simplemente nos quedabamos en la casa metidos en charlas interminables. Tuvimos la suerte de compartir veladas nocturnas con Débora y Gustavo, dos nuevos amigos que quedaron grabados en nuestros corazones al instante. Río, "Cidade Maravilhosa", tiene una energía que late por las calles, los morros y las playas. Pudimos vivirla por fuera del lado turístico, sabiendo que las temidas favelas se mezclan con cualquier otro barrio por acá y por allá, que la Mangueira no es sólo la mayor favela de Rio, sino también una fuente de cultura muy impregnada en los brasileros, no solamente en los cariocas, que Lapa es la fuente de lo bizarro y lo extravagante de la noche de Río y que no hay mejor roda de samba que la ronda de los locales. La despedida de Paloma y Denise fue de lo más emotiva. Nos hubieran tenido para siempre, y nosotros a ellas, pero teníamos que seguir nuestro camino. Esta vez hacia Ouro Preto, la Potosí de Oro.







Mas fotos haciendo click acá

No hay comentarios: