domingo, 17 de febrero de 2013

San Pablo, de fuertes encuentros y desencuentros


El ansiado encuentro estaba arreglado para el 11 de noviembre en Peruibe, ciudad costera del estado de San Pablo, 80 kms al sur de la gran metropoli. Ese día dejamos Curitiba y Paraná, para empezar a sentir de cerca al pueblo paulista. Buscando amor y cercanía con nuestra tierra, nos subimos a nuestra más fiel compañera, la ruta, y después de unos 300 kms llegamos a Peruibe, en donde nos recibieron Caloa, Euge y Paulo.

Caloa, con la mitad de su corazón en Brasil y la otra mitad en Córdoba, es nuestro ex compañero de trabajo en TBO y amigo para una vida. Su novia Euge, también compañera y amiga, era parte de la cita en Peruibe. Antes de salir de Córdoba, ya teníamos todo planeado para vernos en las tierras de Caloa, que vivió parte de su adolescencia en Peruibe, y donde actualmente vive Paulo, su padre, gran personaje de este periplo. Y se cumplió.


San Pablo ya no es el sur de Brasil, con caras europeas y gringos. Acá se empieza a vivir un Brasil más mulato, un Brasil más parecido al que está en el imaginario de la gente, o por lo menos en el nuestro. Peruibe fue pura diversión, buena comida, confort, buena vida. Fueron solo tres días con los Caloa porque ellos seguían rumbo a Salvador, pero a quien no le hace bien aunque sea un poco de los Caloa; otros cuatro días solos cuidando la casa de Paulo; y otros tantos con Paulo, con programas por todos lados. Paulo es uno de esos que no para, todo el día activo entre sus trabajos, sus hobbies, y divirtiéndose por ahí. Remo, badmington, asados con amigos por acá, picadita y cervezas por allá, paseo en barco, terapia de barro y tardes en el sitio (casa de campo). Conocimos varios de sus amigos, gente abierta y divertida, y así pasaron casi dos semanas en el litoral sur de San Pablo, con una escapada hasta Santos (la del Rey Pelé, la de Neymar), y alguna que otra playa de la zona.



Lo que vino después fue un parate en nuestra aventura, un impass raro, pero planeado, esperado y muy feliz. El 24 de noviembre se casaba Georgie, mi hermano, en Santiago de Chile. Nosotros dejaríamos nuestra viajera en San Pablo y volaríamos al encuentro. Lo más conveniente fue dejarla en un estacionamiento cerca del aeropuerto, con un precio barato y que quedara bien cuidada. Con todas nuestras dudas, quedó nuestra casa móvil estacionada mientras cruzábamos medio continente a reencontranos con la familia en Chile y a acompañar a mi hermano en el "si, quiero" (weon). Ver a mi hermano y a Nato, oficialmente cuñada, tan felices fue único y llenador. La fiesta y el encuentro fueron un éxito. Pasamos 5 días a pura familia, poniéndonos al día con padres, hermanos y primos. Nos dijimos adiós, cada uno a lo suyo, y nosotros a San Pablo, a seguir viviendo y viajando.


Aterrizamos en Guarulhos (aeropuerto internacional de San Pablo) sin saber para donde arrancar. Una parte nuestra quería buscar la Kangoora y seguir viaje para la costa, otra nos insitaba a vivir la enorme y peligrosa ciudad de San Pablo, que no habíamos visto aún. Una cosa estaba clara, no llegaríamos a San Pablo en nuestra Renoleta año 2000, la dejaríamos en el estacionamiento en Guarulhos y nos iríamos en transfer. Estábamos algo aterrados con las violentas noticias que nos llegaban de la gran ciudad, y no estábamos preparados para llamar la atención con nuestra patente argentina por ahí. Además supusimos que estacionar en SP sería más caro que en Guarulhos. Asi, conseguimos un lugar en donde quedarnos via Couchsurfing y nos zambullimos a la gran ciudad, sin hacer escala en nuestra viajera. :-(

La ciudad de San Pablo es inconmensurable. La más grande metropoli de Sudamérica es demasiado para ser vivida en los tres días que estuvimos. Es dificil hacer juicio sobre tal mole de cemento y asfalto, que vivió un crecimiento tan disparatado en los ultimos 50 años, y que se trae todos los problemas que una ciudad puede tener: hambre, miseria, suciedad, violencia, corrupción, drogas, y sigue la lista. Claro que también tiene su cara glamorosa, chic, pujante, limpia y desarrollada, como en todos lados. En San Pablo el contraste es fuerte, triste y abismal. Eso fue un poco de lo que nos transmitió. Tuvimos un emotivo encuentro con nuestra amiga Flá, también ex compañera de TBO, que nos recibió en su casa una noche. Huyendo del ruido, y con extrañitis Kangooris, volvimos hasta Guarulhos y nos reencontramos con ella. Nunca hasta ahora habíamos estado tanto tiempo separados. La abrazamos fuerte y galopamos con rumbo playa. Necesitábamos la ruta como hacía mucho tiempo. Fue subir a la autopista y sentir esa libertad que solo nos da el asfalto.


El plan era unir San Pablo y Rio de Janeiro por la costa, visitando míticas playas y ciudades costeras. Nuestro primer destino fue Ubatuba (a unos 200 kms) a la cual llegamos después de atravesar una pintoresca sierra y varios pequeños pueblos. Encontramos un camping sobre una pacífica playa afuera de la ciudad y acampamos. Ese lugar nos transmitió mucha paz y nos recargó la energía que veníamos perdiendo desde que habíamos salido de Peruibe. En el "Cantinho da amizade" pasamos 4 días durmiéndonos y despertándonos con el ruido de las olas. Ubatuba sería nuestro ultimo refugio en el estado de San Pablo. Cambiábamos paulistas por cariocas.



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